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¿Había necesidad Leo?

Por Leonardo Gasseuy

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«Hoy temprano me lo pasé muy bien mostrándole a Messi y sus amigos el histórico Jeddah. Me alegro de ver que se quedó hipnotizado por su esencia, herencia y belleza. ¡Espero darle la bienvenida a él y a su familia nuevamente muy pronto!”. Seria, y con fingida actitud diplomática, la princesa Haifa Mohammed Al-Saud, miembro de la Familia Real Saudita, funcionaria del Ministerio de Turismo del reino, daba su discurso y ungía a Lionel Messi nuevo embajador turístico de Arabia Saudí. Lo hacía con el orgullo de quien extirpa una joya occidental y la expone en la palma de su mano. Leo, en silencio, con el bucólico paisaje del Mar Rojo como fondo, acababa de ceder su imagen para que el mundo vea, lo poco que los sauditas pueden mostrar, indirectamente y, en forma involuntaria, acababa de vender parte de su alma al mismísimo diablo.

La Saudita es una monarquía con leyes medievales, que realiza fusilamientos masivos – se dice que en lo que va del año fueron ejecutadas 112 personas –  y sin sentido, está bombardeando Yemen desde hace años, ante la ceguera colectiva. Sus autoridades no permiten la existencia de partidos políticos, sindicatos ni grupos independientes de derechos humanos. Cualquier forma de disidencia está perseguida y criminalizada. Criticar a las autoridades es una amenaza para la vida. Los derechos de las mujeres son casi inexistentes y cuando se descubre un homosexual la pena de muerte es su destino. Hace unos años Mohamed Bin Salman creó Visión Saudi 2030. Utilizó al deporte y sus mercenarias figuras para lavar imagen y occidentalizar el perfil. No lo ha logrado. Lo evidente siempre queda expuesto, aun bajo el mas sofisticado y perverso   maquillaje.

Tanto el deporte como la educación son un espacio de desarrollo cultural y construcción social, que, usados por manos de la clase equivocada, se convierte en un campo de control ideológico, de desigualdad y mercantilización. La legitima imagen de Messi en Jedda- una especie de Punta del Este de Oriente Medio, punto de partida de los que peregrinan a la Meca- tal vez peque de involuntaria inocencia, pero quienes lo ayudan a administrar el aura de su poder, deberían al menos advertir que la situación es incomoda y nula de timming. La política internacional y los derechos humanos no pueden responsabilizar a Messi, pero si se observa que “estas embajadas” no ayudan a construir una sociedad mejor, máxime cuando sabemos que el deporte es un escenario contradictorio para debatir temas sensibles.

Mohamed Ben Salman creó Visión Saudi 2030 utilizando al deporte como principal motor de visibilización.

En Arabia Saudita el poder real pasa por Mohamed Ben Salman (MSB), el príncipe heredero, que quiere desterrar la cultura ultraconservadora del reino – no incluye los derechos humanos, la prensa libre, la igualdad de género y el espacio de la mujer – ha desarticulado cualquier estructura de la Casa de Saud y cada paso que da está manchado de sangre. Se pregunta: ¿cómo puede ser que seamos el país que más gasta en armamento, pero no tengamos una industria militar? . Invadió Yemen hace 5 años, dejó más de 100 mil muertos y el asedio bélico generó la hambruna más grande del último siglo.

MBS dice que “los Estados Unidos de América ayudan a regular el equilibrio. Sin ellos seriamos Corea del Norte”. Hoy la península es una gran base militar norteamericana.En otro contexto, con otras misceláneas, Messi sonríe tímidamente, agradece y promete volver e invita a sus millones de seguidores a descubrir la ficticia y armada escenografía del paraíso.

John Carlin, periodista inglés con nacionalidad española, aniquiló al argentino por su viaje a tierra saudí para promoción turística: «¿Cuántos petrodólares te están pagando por la prostitución de imagen más mierdosa hasta la fecha?«, escribió en un artículo que denominó Carta abierta a un mercenario. “Te odio tanto porque te quise tanto”. El rencor que el periodista expresa es exagerado y subjetivo –dice que las únicas dos entrevistas que le dio Messi en los últimos 12 años solo recibió respuestas monosilábicas- pero alertan un contexto humano, que un referente mundial al menos debería atender. Messi no está obligado a visitar la viuda del descuartizado Khasshoggi, pedir por Yemen ni velar por los derechos civiles de los sauditas, pero deberá entender que sonreír con liviandad, es ayudar a ocultar que el infierno también habita en la tierra

A sus 34 años Messi se acerca  a los 1.000 partidos jugados, prontamente llegará a los 800 goles, tiene 7 balones de Oro y seguramente engrosará cifras que la mayoría de sus colegas no pueden siquiera soñarlos, por eso es de responsabilidad binaria no exigirle a Leo el compromiso social de Sócrates con sus Democracia Corinthiana; el de Kaepernick, pionero en arrodillarse y creador de ‘Know your rights’ (conoce tus derechos), el de Juan Mata creador de Common Goal, una plataforma solidaria que colabora con unas 125 organizaciones humanitarias en 80 países que trabajan con más de dos millones de niños por todo el planeta; la lucha de Muhamadad Ali para concientizar a los jóvenes de no ir a Vietnam y Megan Rapinoe, la primera que se solidarizó con  Kaepernick y nunca dejo de pelear por la  reivindicación de los derechos LGTBI y la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

Messi es distinto. Comunica diferente y su introversión lo hace casi un apático social.  Cada uno con sus cualidades, pero las construcciones sociales se edifican y mejoran con más compromiso, sin miopías y menos arreo mercantil.

Leo solo quiere jugar. La maquinaria que lo circunda lo lleva a terrenos fangosos, vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más insoportable.  Son genios en lo suyo, contradictorios por naturaleza. En la Avenida Prospekt Nezavisimost, en el corazón de Minsk, en Bielorrusia, aún está el mural de Maradona cuando era presentado como Presidente del Brest, (viajó, recibió regalos y jamás regreso para asumir) en la pintura su sonrisa se gemeliza con la de Vasilly Lomachenko el asesino presidente, socio de Putin.

El conjunto colectivo, rara vez exige, tiene la energía de contagiar y es ahí donde el grito se hace granítico. Obligar es el contrasentido de las formas – es casi pecar por lo mismo-. Cada uno en forma voluntaria, acarrea sus cruces y regala los roles que puede o quiere, pero Lionel Messi deberá entender, que más allá del negocio, prestar su sonrisa, en este caso, no ayuda a la especie.

Redacción Al Toque

* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.

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